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Con mi dinero, balas no. Gracias

Desde hace más de tres meses vemos cómo el estado israelí lleva a cabo un genocidio y una limpieza étnica contra el pueblo palestino. Cada día nos despertamos con nuevos récords de muertes de niños, mujeres y hombres, empleados de la ONU y periodistas. A pesar de la inacción de los gobiernos mundiales, el genocidio de Palestina ha desatado toda una serie de respuestas de rechazo centradas en el consumo consciente, crítico y transformador.
Las personas consumidoras tenemos a nuestro alcance herramientas de incidencia política para transformar el mundo en el que vivimos, como el boicot a determinadas empresas por su vínculo con prácticas que reprobamos o el buycott, la compra de productos para que validemos sus criterios. Actualmente, estamos viendo múltiples campañas de boicot a productos israelíes, o empresas multinacionales y españolas que tienen acuerdos con Israel, o que apoyan la ocupación de las tierras palestinas. Estas acciones animan así a las consumidoras a dejar de comprar estos productos o en estas empresas y pedir también a nuestros comercios que no los adquieran.
Activismo económico antibélico
La palabra boicot es un epónimo y un anglicismo, que debe su origen al capitán a Charles Cunningham Boycott, administrador irlandés de fincas de la segunda mitad del siglo XIX, que fue objeto de boicot por no querer mejorar la situación de los granjeros en alquiler de sus tierras. Aunque no se había acuñado todavía el nombre, podemos encontrar antecedentes de la práctica al menos desde 1830, cuando la Convención Nacional Negra animó a boicotear productos fabricados por esclavos. Entre los boicots más relevantes de la historia podemos destacar lo que impulsó Gandhi en 1915 en India contra los productos británicos para revitalizar las industrias locales; o lo que organizaron los líderes del Movimiento afroamericano por los derechos civiles contra los autobuses de Montgomery después de que arrestaran a Rosa Parks, una costurera negra, que se negó a ceder su asiento a un blanco en un autobús. El boicot fue un éxito rotundo y el 13 de noviembre de 1956, la Corte Suprema de Estados Unidos declaró inconstitucional la segregación en los autobuses.

Otra acción de boicot referente fue la campaña internacional de boicot, desinversiones y sanciones durante Apartheid de Sudáfrica, que sumada a las acciones de resistencia interna frente a las políticas segregacionistas, influyó en poner fin a décadas de opresión y discriminación al país africano. Este Apartheid y la guerra de Vietnam impactaron en las conciencias de muchas personas, especialmente en las más activas de los movimientos sociales y pacifistas de la época, que descubren que muchas de las entidades financieras donde tienen depositados sus ahorros están financiando la industria del armamento y múltiples regímenes autoritarios con su propio dinero. De ahí surgen las primeras iniciativas de banca ética en el mundo, con el objetivo de utilizar las finanzas y el dinero de la ciudadanía únicamente para financiar proyectos con un impacto social y ambiental positivo.
Llamamiento a organizarse contra décadas de ocupación
El Movimiento de Boicot, Desinversiones y Sanciones en Israel (BDS) que ha impulsado el boicot actual a raíz del genocidio del pueblo palestino, nació en 2005 de la mano 170 organizaciones, sindicatos, partidos y grupos de la sociedad civil palestina. Todos ellos llamaron a organizaciones y personas comprometidas a organizarse localmente para acabar con décadas de empleo y apartheid, a través de acciones no violentas, antirracistas y feministas basadas en el cumplimiento del Derecho Internacional.

Actualmente, se ha focalizado el boicot especialmente en empresas como Carrefour, HP y Puma (por apoyar crímenes de guerra), grandes multinacionales que hacen posible el empleo y la guerra israelí contra Palestina, pero hay muchos más que puede consultar la web www.boicotisrael.net. En muchos casos se trata de empresas de lo más común, donde probablemente habremos comprado alguna vez. El boicot en el Grupo Carrefour se pide porque tiene acuerdos con empresas activas en la industria de los asentamientos ilegales en Cisjordania. Además, son numerosas las fuentes que indican que está suministrando comida al ejército israelí. También la empresa Veet fabrica algunos de sus productos depilatorios en Israel. Y L’Oreal utiliza materias extraídas del Mar muerto, en la frontera de Israel y Jordania. En el sector textil, Puma fue señalada porque sus distribuidores tienen sucursales en los asentamientos ilegales en Palestina. La campaña logró que varios equipos de fútbol renunciaran a firmar acuerdos con esta marca y que otros muchos mostraran su solidaridad. De hecho, tras la presión, la compañía alemana anunció que dejará de patrocinar a la selección israelí de fútbol. Una victoria más bien simbólica y mediática.
En el sector financiero, un informe denuncia la complicidad de muchas entidades financieras y aseguradoras españolas en el empleo de Palestina a través de la financiación de energía solar en territorios ocupados. Muchas de estas entidades, entre las que destacan BBVA, Banco Santader, CaixaBank o Catalana Occidente llevan a cabo una práctica de Greenwashing o lavado de cara al vender estas como proyectos respetuosos con el medio ambiente y responsables socialmente, cuando en realidad van en detrimento de la soberanía energética de las comunidades locales y están contribuyendo a la vulneración de derechos humanos.

En el último programa de Me cambio, el blog y Twitch de El Salto sobre consumo consciente presentado y coordinado por Blanca Crespo y Brenda Chávez, pudimos debatir sobre estas herramientas de incidencia política con Sergi Salavert, coordinador del Observatorio de las Finanzas Éticas de FETS, Yago Álvarez, periodista del Salto Diario y Enrique Quintanilla de Ecologistas en Acción.
Puedes ver el programa aquí:
I escucharlo en versión pódcast aquí: